martes, 15 de octubre de 2013

"Quedar grabado entre las cuatro esquinas de una polaroid"

Me quedé pensando un rato. Un rato laaaaargo. Cuál es el mejor regalo que me han hecho. Esa era la pregunta, y ante mi cabeza se desplegaba un mapa desdibujado de todos aquellos paquetes envueltos que había recibido a lo largo de mi vida. El mejor regalo de todos. Había que decidirse por uno. Y, aunque me ha costado, la respuesta me ha sorprendido incluso a mí. Una cámara. Una cámara de fotos. La decisión había sido tomada. Ese era mi mejor regalo. He estado un rato pensando el por qué. Qué tiene esa cámara que no hayan tenido el resto de cosas. Y la respuesta ha sido clara y concisa: Un objetivo. Me gusta hacer fotos, me gusta captar pequeños detalles de la gente cuando no se dan cuenta, o de cuando, intencionadamente, posan para salir en el pequeño recuadro en el que quedará marcada la fotografía. El mundo se ve increíble y lleno de posibilidades al otro lado del objetivo. Es como descubrir pequeñas cosas de la gente a la que ves en los que nunca antes te habías fijado. Hacer fotos es como intentar captar la esencia de lo que hay al otro lado, de aquellos que aparecen tras aquella máquina que sostienes entre tus manos. Creo que eso es lo que tanto me gusta. Lo que tanto me sorprende. Es una pasión, una forma de sentirte libre. Me encanta hacer fotos pero me gusta, muchísimo más, verlas. Observarlas, fijarse en todos y cada uno de los detalles que se esparcen en la imagen. Perderse entre los recovecos de las vidas de otros y de caminos divididos. De mapas abiertos, de personas cruzadas. Y es que no hay mejor forma de ver la vida que a través de la magia de un objetivo, ni mejor forma de tener algo para siempre que estando grabado entre las cuatro esquinas de una polaroid.

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