jueves, 10 de octubre de 2013

No pensaba que volveríamos a vernos.

No pensaba que volvería a verla, quizá por eso me sobresalte tanto cuando aquella mañana fría su figura se cruzó sobre la sombra de mis pupilas. Para ser sincero, hacia tiempo que no pensaba en ella. Mucho tiempo. Tanto, que ni siquiera aquella vieja canción que hicimos nuestra conseguía traerla de nuevo entre mis recuerdos. Aunque aquello no era una novedad, ella siempre había sido muy escurridiza. Sin embargo allí estaba, años después, refugiandose en aquella nublada tarde de diciembre en su abrigo gris, caminando al son de sus tacones y mirando al suelo, pensativa. Tenía el cabello más corto y la falda más larga, y por un instante, me sentí privilegiado de que hubiese sido mía cuando ambos hechos habían ido del revés. Nada quedaba de la niña que se pintaba los labios de rojo, había sido sustituida por una mujer de paso firme. No pude evitar encontrarme pensando hacia donde iría, que se le estaría pasando por la cabeza. Si seguiría yendo a bailar los sábados , si todavía le gustaban las playas con gaviotas. No pude evitar preguntarme si seguiría bebiendo a morro de las cervezas. Si alguna vez pensaría en mi al escuchar mi nombre. Ella alzo la cabeza y pude ver que sus labios aún sabían esbozar aquella sonrisa torcida tan irónica. Aquella que consiguió llevarme de cabeza durante un tiempo. Y con ella, vinieron todos los recuerdos.

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