miércoles, 22 de octubre de 2014

De Madrid al cielo.

Me crucé con tu sonrisa, me colgué de tu cuello, deprisa, me sentí perdida en la sombra de los pasos de acera en los que te besaba sin prisa.
Caminaba de tu mano, pendiente de los silbidos, de las llamadas, de las teclas que coronan el piano, en el que siempre escuchaba tu risa y me sentía a salvo.
He contado en tu espalda los lunares, he sentido que los días dejaban a su paso una X junto a tu  nombre mientras paseábamos por Manzanares.
Y quería a morir esa mueca en tu cara, y solía decir que daba igual el mundo si cada hora volaba, y me negaba a creer que cualquier excusa no fuese buena para ser testigo de que al dormir eres más niño todavía.
Y si tú, yo, y si yo tú, y si le digo que sí al cielo, que he entrelazado los dedos con la primavera, y he echado lazos en tu nombre, y he pisado huellas por tus suspiros, y he dado mil vueltas. Que las ciudades son más grandes, pero yo no me canso de buscarlo.
O si juntas las letras, o unes las notas, y escuchas su rastro, sigue sonando a mi música, a mi sonrisa desdeñosa y a las luces de Diciembre, a las calles vacías y a todo aquello que rodea los sentidos.
Madrid, hoy no dormimos. Nos refugiamos en tu frío y que vengan a buscarnos.
Madrid, hoy te comería a versos.

lunes, 13 de octubre de 2014

Contigo.

Se iba a volver loco. Era más que una certeza, una incertidumbre que se ceñía sobre la sombra de sus caderas, rompiendo su cordura un poco más a cada paso, mientras cerraba los ojos a la verdad. Se iba a volver loco. De atar. Pero por ella. Ella. Ella que no tenía nombre, ni apellidos, ni una sola mancha impresa en su piel de purpurina, de andares rápidos y sonrisa nostálgica, de suspiros largos y días cortos. Loco. L. O. C.O. Perdido en la comisura de sus labios y atado de manos y pies en cuanto a lo que su risa se refería. Esa risa de niña traviesa que rompía sus esquemas, partiéndolos por la mitad, desgarrándolos, arañando sus palabras casi con el mismo cariño con el que arañaba su espalda en noches frías. Qué delirio no saber su dirección, ni su teléfono ni el número de escalones que subía cada mañana cuando decía adiós sin dedicarle una última mirada. Amor de idiotas. De tirarse a la piscina, sin saber qué está vacía, sin saber qué de sueños también se sentiría, sin saber que a veces, más es menos. Y ella es más. Y más de lo que nadie había dicho por escrito que jurar con una x sobre el pecho está maldito. Y yo juraba, que de esa voz nadie más que yo había vivido. Y ella lo sabía. Ah claro que lo sabía. Sabía de sobra mi pulso, y su tacto de serpiente, y el veneno que me hería si ella sonreía, y todo eso de que los mapas están mal colocados. Que ella sabía perderse con ellos, y encontrarse sin brújula, ni estrella polar, ni avenidas ni historias. Que sabía de cuentos, y de datos estúpidos, de significados ocultos, y de secretos empañados. Sabía de ti y de mí, y de lo que nadie veía. Y nos veía, cruzando al otro lado de la vía, con los reencuentros desesperados y el quedarse sin palabras, con las disculpas, los motivos y ni una sola razón para no poner en juego todo lo que quedaba dentro. Me iba a volver loco, con sus sentidos, y sus finales, con sus mentiras, y sus verdades. Loco. Perdona, pero amor, yo no lo decido. A dónde digas, yo voy contigo.

domingo, 5 de octubre de 2014

All I want.

Mira... que yo sé de sobra eso de las idas y las vueltas, de todas esas veces que no te salen las cuentas, cuando dices adiós pero en verdad no te vas, de eso que no ves pero miras de sobra todo lo que ha quedado.
Que me sé de memoria todo eso de amores idiotas, de perdidos al río, y de que al apostar se gana, pero a día de hoy sólo queda música amarga que me acuna las noches de lluvia. Voces perdidas. De tiempos que vienen y van. De un hoy, sin mañana.
Y dice Leiva, "que en mis días de autodestrucción no hay perro que me ladre", ni que me muerda, ni que me persiga, ni hay quien diga que si das por hecho el momento, este se te va de las manos.
Que todo lo que quiero es una mano a la que acogerme, o una razón para no volver a andar de puntillas, de caer a destiempo, o de negar que los suspiros se van cuando vienes.
Me pierdo. Por las aceras, por los tejados, contando las pecas de tus mejillas. Me encuentro. En el espejo, en las mañanas, en el color de otros ojos. Y es que soy de cualquiera que se llame nadie, y hable como tú. ¿O no?
Sabemos de sobra eso de que quien calla otorga, y que quien ríe el último ríe mejor, y está en eso, reír, y reír juntos. Y no saberse a la perfección el sabor agridulce de cada sí, pero no. Pero sí, perfectamente, el sonido de quien dice quedarse y acaba haciéndolo.
'Cause all I want is nothing more, to hear you kocking on my door.'