domingo, 10 de mayo de 2015

Senses.

Hay algo en la capacidad de emocionar. Algo que o lo tienes, o no lo tienes.
Nada de cosas a medias. No hablo de eso.

Hay algo de magia en el poder hacer estremecer a la gente, las sensaciones que te recorren entero, que te hacen vibrar, que hacen que pienses en el destino, en la serendipia y en todas esas palabras que tenías guardadas en algún lugar enterrado por la rutina.

Por eso me encanta encontrarme con alguien así. Lejos del día a día, de las obligaciones y necesidades, de los consejos y recomendaciones. Alguien que te lleva a hacer arte.

Por eso sólo me quedo con las canciones que me dejen sin aliento, con las películas que me dejan llorando, y con la gente que es capaz de hacer reír durante horas. Los libros que relees una y otra y otra vez año tras año, los lugares en los que sientes que nada ha cambiado. Aunque todo lo haya hecho. Hablo de tus pasiones, y la fuerza con las que las vives. Con la que las dejas salir.
No hay barreras, no hay límites.  Permítete ser libre. Permítete experimentar, recorrer mundo. Pisar el suelo. Hacerlo tuyo. Think outside the box.

Las emociones mueven el mundo. Nos hacen más humanos. Siéntelas.

Aún está todo por hacer.

"And tell me all about it when I see you again."


martes, 14 de abril de 2015

Escribirte poesía.

Hoy vengo a escribirte poesía, a vencer tus fronteras con mis manos, a decirte que eres los pies más bonitos que han andado en línea recta por el vagón de mi metro. 
Hoy vengo a leerte entre líneas, y a acariciar las cuerdas con las que ahorcas tus pesadillas. Al ritmo de mi guitarra, española.
Hoy vengo a ver tus sombras, y a ser tus luces, a contarte que aún sueño con la brisa que entrechoca las faldas con tus rodillas.
Maldita la prisa. La sangre, la cornisa. Maldita la suerte de tus bailes, y tus zancos y la sonrisa gitana que asoma por tus mejillas.
Hoy vengo a coordinar tus letras, y a mezclar tus pasos, y a perder la cabeza por el más mínimo roce de muñecas. Vengo a venderte mi labia, mi rabia, mi magia, a hacer contigo que las palomas, sigan envidiando tus alas. 
Déjame besarte las cicatrices a golpe de tinta, y dibujarte a pulso, a golpe, a carboncillo. Deja que sea tu alivio. 
Deja que acabe con todas las siluetas, y los rincones, deja que volemos entre plumas y trajes, entre cintas y encajes. 
Déjame ser tu acorde. Tu risa, tus bordes. 
Hoy vengo a escribirte poesía al compás de tus notas, de tus medidas, deja que te diga que sigues siendo los pies más bonitos que han cruzado mis pasos.

Hoy vengo a escribirte, poesía.




lunes, 23 de marzo de 2015

Moments.

                         "We make patterns, we share moments." - Jenny Downham


Soy una obsesa de los recuerdos. Quién sabe por qué. Vivo locamente apegada a la idea de guardar objetos que me han llevado a quien soy a día de hoy en el camino que sigo. Momentos en forma de cosas. Cosas en forma de momentos. Dejad que salga mi vena de drama queen y me ponga apocalíptica, pero en estos años me he ido dando cuenta de que hay dos tipos de personas en el mundo: Las que capturan instantes, y las que no lo entienden. Creo que no hace falta decir que me encuentro en el primer grupo. Me apasionan los recuerdos. Me hacen sentir segura, protegida. Me hacen más llevaderos los días. Me recuerdan a las personas que están o han estado en algún momento. Porque siempre dicen que "quien pisa fuerte, deja huella". Si tengo que contar cuáles son mis huellas preferidas, aquellas dejadas por lugares, instantes, o incluso esa manera tan bonita de sonreír de algunas personas, creo que la lista sería demasiado larga. Endless. 
Y, lo cierto es, que puedo llegar a entender por qué es difícil de comprender esa necesidad de rodearme de cosas frágiles y etéreas en el tiempo, que vienen y van. Que son parte de mí y yo parte de ellos. Pero, sin embargo, son esas pequeñas cosas las que nos atrapan. Las que nos hacen la vida interesante. Os dejo algunas de las mías.

La belleza de Donosti, Los cafés calientes en días fríos, Las calles viejas, El mar.

El frío de Dublín, los canales de Venecia, el acento francés, o la sirenita de Copenhague. El coliseo Romano y la torre de Pisa. Las vistas desde el London Eye. 

Las sonrisas de verdad, la gente que confiesa sus debilidades, pero saben ser fuertes ante las adversidades, los maratones de series, la gente que es capaz de sentarse horas y horas frente a la televisión para ver todas las películas de Harry Potter. Los libros de asesinatos y las películas de detectives británicos. Los que saben ser sinceros aún cuando es difícil. Escuchar música en CD's de cantantes y no por internet. Los que hacen fotos para ellos mismos, no para Facebook. Los que no han jugado nunca al Candy Crush. El olor de los bizcochos en el horno, o el de las calles tras la lluvia. La luna. Las estrellas. Las nubes, el cielo. Los viejos papeles con notas, la sensación de estar completamente lleno de arena. Los conciertos. Una vieja canción de rock. Las personas que aún guardan discos de vinilo. Los besos en la frente, en la nariz, en las mejillas. En los labios. Las manos de mis abuelos sosteniendo las mías. Las fresas con chocolate.  La brújula de mi hermano. El amor. Los cuadros. La gente que sabe pintar de verdad. Los amaneceres. El nerviosismo de los viajes. Las fiestas. Las noches eternas. El aire puro de la montaña. El deporte.  Las piedras de Afric Art. Las casualidades. El placer de sentirse querido por tus amistades. La poesía por escrito. La primera vez que vi nevar. 


Porque la gente dice que hay que coleccionar momentos, no cosas. Pero para qué quedarse con uno, pudiendo tener los dos.












domingo, 8 de marzo de 2015

When I look at you.

Y te veo. No sé por qué. Pero siempre te he visto. Ahí. Entre tantas caras desconocidas, en salas abarrotadas, haciendo cola rodeado de gente, perdido entre la marea de multitudes que no se dejan respirar. Y te veo. Continuamente. Y me sé de memoria cada centímetro de tu piel, de tus rasgos, del número de lunares que uno cual línea de puntos, contando de 1 a 100 cada noche antes de caer dormida. Veo en blanco y negro esa forma de alzar la la barbilla, sacando el mentón. Y me pregunto qué estarás pensando. Qué estarás haciendo. Quién estarás siendo esta vez. Cuál será tu nombre, tu forma de andar o el sonido de tu voz. Te veo. Perdido. Encontrándote. Te veo en cada calle, en cada portal, en cada amanecer y en el crepúsculo de cada beso. En la cima y en el suelo. Te veo si me tapo los ojos, y te dejo de ver mirándote, te veo con cada palabra, con cada canción. No sé por qué. Te veo tal y como siempre he hecho. Siendo tan tú. Siendo tan parte de mí. 
 
No quiero dejar de verte. No quieras dejar de verme. 

martes, 30 de diciembre de 2014

2014

"Twenty years from now you will be more disappointed by the things that you didn’t do than by the ones you did do. So throw off the bowlines. Sail away from the safe harbor. Catch the trade winds in your sails. Explore. Dream. Discover." - Mark Twain.

Se nos acaba el año. Otra vez. Estamos a horas de un nuevo comienzo, y en días como hoy es cuando hacemos un balance entre las cosas buenas y malas que nos han sucedido durante este tiempo. Durante estos 365 días. En momentos así siempre me viene a la cabeza las famosas frases de Charles Dicken en "Historia de dos ciudades":

"Era el mejor de los tiempos, era el peor de los tiempos, la edad de la sabiduría, y también de la locura; la época de las creencias y de la incredulidad; la era de la luz y de las tinieblas; la primavera de la esperanza y el invierno de la desesperación. Todo lo poseíamos, pero no teníamos nada; caminábamos en derechura al cielo y nos extraviábamos por el camino opuesto."

No podemos resumir un año diciendo que ha sido bueno, o ha sido malo. Los días traen consigo desilusiones y esperanzas que nos atrapan y nos hacen vibrar, llenándonos de vida y de ganas de seguir adelante, de salir adelante. Ganas de luchar, de perseguir nuestros sueños, de mejorar. El 2014 ha sido el mejor de los tiempos, el peor de los tiempos. Ha sido las idas y venidas, los más y los menos, las entradas y salidas. Un conjunto de vaivenes desentonados que han ido dando forma a la persona que soy a día de hoy. Pero se nos acaba el año. Otra vez. Y aquí estoy escribiendo esto sin certeza de que alguien lo vaya a leer. Me gustaría que esto llegase a todas las personas que me han acompañado a lo largo de este año, independientemente de si siguen o no en mi vida. A las que han estado de principio a fin, a las que se han ido, a las que han vuelto. A todas esas personas que han pasado días a mi vera, que me han hecho reír, que me han hecho llorar. Que han crecido conmigo.
He cometido errores, pero también he cometido aciertos. He luchado por lo que creía que merecía, y he conseguido grandes resultados. He aprendido a conocerme, a ser yo misma, y  a defender a mi persona. He aprendido a querer a todos los que han estado conmigo. He hecho las cosas que sentía que tenía que hacer, y he seguido adelante pese a las dificultades que haya podido encontrar.
Me siento orgullosa de cómo va a acabar este año. Rodeada de las personas de las que lo voy a estar, y teniendo a mi lado a todos aquellos que me han demostrado su valía. Me siento orgullosa de lo que tengo, de lo que siento. Y, sobre todo, me siento feliz con todo lo bueno y lo malo que este año me ha dado. Gracias a todos los que han estado conmigo, y a los que lo siguen estando. Gracias por crecer conmigo este tiempo, y que si tengo algo que pediros, es que sigáis haciéndolo conmigo en este próximo año 2015. Seguid creciendo conmigo.




martes, 2 de diciembre de 2014

We all have stories we won't ever tell.

I know I don't know you,
but there's somewhere I've seen you before.

Peter Bradley Adams -  Between Us.

 


Supongo que la vida es un poquito irónica. Pero sólo un poquito eh. Últimamente parece que la
gente lo sabe todo sobre la tuya en particular. Excepto una cosa pequeña sin apenas importancia. Que no te  conocen a ti. Supongo que puede llegar a ser incluso gracioso. La gente habla y habla y acabas siendo consciente de que o tienes amnesia/memoria de pez que ni Dory en Buscando a Nemo, o realmente es que hablar es demasiado fácil. Llamadme loca, pero me quedo con la segunda opción.

 
Supongo que a veces es demasiado fácil. Demasiado a tu alcance. Demasiado, en general. Un placer irresistible que está fácilmente al alcance de todos. En nuestra mano. No tenemos que complicarnos demasiado. Pero de lo que no nos damos cuenta es que no tenemos ni idea de si las cosas son tal cual nosotros las penamos. Y no nos damos cuenta de que cada uno tiene detrás unos motivos que le hacen ser quién es. Y tomar las decisiones respecto a ello.
 
 
 
 
Creo que no podemos hablar de alguien si no sabemos cómo suena su voz, en formato risa, en formato susurro, en formato llorando, o incluso cuando están tan emocionados que la única voz que les sale es al estilo entrecortado. Y tú, acabas emocionándote con ellos. Que no podemos hablar de alguien si no sabemos qué colonia usa diariamente, cuál es su color preferido o cómo se le iluminan los ojos cuando habla de algo que le apasiona. No puedes juzgar a nadie sino conoces sus apellidos, su manera de caminar moviendo las caderas suavemente o cuánto le enloquecen los zapatos negros para días de invierno.
 
 
Si no sabes cuál es la estrofa que mejor tararea de su canción preferida, o cómo recita los diálogos de esa película que ha visto mil veces, o cuántas veces ha releído los párrafos de la prosa mágica de Irene X, no sabes nada de esa persona. Ni cómo desordena la ropa en el armario, ni cómo ladea la cabeza cuando te presta atención o lo mucho que adora los días de lluvia. No sabes nada. De cómo se ríe hasta quedar sin aliento, como se derrumba el mundo a sus pies y lo recompone pieza a pieza para poder seguir adelante, ni la forma en que levanta la cabeza, se muerde los labios o se esfuerza por no perder todo aquello que le importa. Las cosas que le preocupan, la gente de la que se rodea, las cosas que no cuenta, la manera de refugiarse bajo la manta en el sofá o esa manía de morderse las uñas o crujirse los nudillos. Mil características de cada persona que muchas veces son desconocidas para nosotros.
 
 
No sabes cómo esa persona dice "te quiero", ni cómo lo siente, ni cómo da todo por conseguir sus sueños. No tienes ni idea, y sin embargo sigues hablando. Sigues hablando sin tener en cuenta que cada uno tiene sus motivos, sus luchas, sus más y sus menos, sus porqués, sus sinsentidos, sus maneras de darle la vuelta al mundo para luego querer bajarse de él, sus ideales, sus percepciones, sus principios y sus finales. Cada uno tiene su historia. Deja que sigan escribiendo.
 
 
 
 

martes, 25 de noviembre de 2014

No hay mayor marea que la de hacerme reír.


A veces es mejor recordar que un nombre tachado a tiempo, puede salvar muchas vidas. Las mías. Las siete. Que el tiempo es de llamar a la puerta, pero a mí me va eso de echar la llave e ir cambiando la cerradura. Que aquí solo entra quien yo invite. Y tú no estás en mi lista. A veces es mejor recordar que si la suma no despejaba la incógnita, es que la X soy yo. Y que tú sobras. Y que las variantes sí alteran el producto. Porque a mí me da la gana. Y me altero yo.

Y

No

Hay

Razón

Para

Que

Me

Calmes.

Que ya le he aullado más veces tu nombre a la luna, y he desgarrado las de los coches, que más vale pájaro en mano que MIENTO volando, y es que te miento si te digo que no tengo ciento y una razones para quedarme, escritas en tinta fresca a modo de lunares, rayando de forma sabia los lazos  que nos unen. Y las excusas me suenan flojas si te digo que no vuelvas a llevarme, de la mano, a contar los besos que se dan por cada semáforo que se pone en rojo, que yo no te escojo, pero te digo, que si sigues con tus vértigos, no naufragues en mis ojos.

Que

No

Hay

Mayor

Marea

Que

La

De

Hacerme

Reír.