domingo, 6 de octubre de 2013

Perdona, si te llamo amor.

Llega un momento en el que me canso de ver a gente hablando del amor. Gente que dice sentir mucho y no ha llegado a querer a nadie. Pero ya sabéis lo que dicen, siempre habla quien más tiene que callar. Me sacan de quicio todos aquellos que dicen que no comprendemos lo que sienten, que sólo ellos se comprenden. Deciros que, si es amor, no lo comprenderá nadie, y mucho menos vosotros mismos. Y luego está el tema del tiempo. Muchos miden el amor por el tiempo que has estado con una persona. Pero esa no es más que una mentira entre tantas, porque los amores de verdad son aquellos que se hacen imposibles, que se escurren entre los dedos. Aquellos que se rompen pero siguen vivos, aquellos en los que las manecillas del reloj van hacia atrás en vez de hacia delante. Una vez, hace mucho tiempo, alguien me dijo que las historias más largas no tienen por qué ser las más bonitas. En ese momento no lo entendí, pero con el tiempo me he dado cuenta de que es una de las mayores verdades que jamás escucharé. El tiempo no mide el amor. La gente no mide el amor. Es el amor el que nos mide a nosotros como personas. El que nos hace cobardes o valiente, y reír o llorar, es el que nos hace temblar, el que nos hace dudar. Nos lleva de extremo a extremo, midiendo hasta dónde llegamos y hasta dónde seremos capaces de llegar . Amor no es decir te quiero, es tener a esa persona cerca y que el resto del mundo se desdibuje ante tus ojos. Eso, es amor.

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