martes, 22 de marzo de 2011

Pues lo llevaba claro.
Le di un mordisco al sándwich mientras escuchaba la conversación, sin ganas de intervenir.
Cuando la campana volvió a sonar, decidí quedarme un poco rezagada, así que me entretuve al ir a tirar el papel del sándwich.
Tras dar un sorbo de agua en la fuente, me apresuré a ir a clase.
Me reuní con mi grupo en infinito y suspiré.
Me dolía la cabeza muchísimo, pero aguanté hasta llegar a clase.
Lena dijo que me veía muy mal, puso una mano en mi frente y dijo, bastante alarmada, que estaba ardiendo.
Los momentos siguientes fueron bastante confusos. Las piernas empezaron a fallarme, y la vista se me nublaba.
Me cogí del brazo de Lena con fuerza mientras escuchaba el grito de Rosita.
Me empecé a sentir débil, y los oídos me pitaban.
Alguien me sujetó por detrás, mientras yo me sentía desfallecer. No sabía que me estaba ocurriendo, ¿me moría? ¿El primer día de clase y yo muriéndome?, pero no tenía miedo, no tenía tiempo para tener miedo.
Escuché entonces una voz. Me pareció extraño, porque debido al pitido de los oídos no oía nada, pero la voz era firme y clara.
-Carina. Abre los ojos.
Ya los tenía abiertos, irónicamente, y no veía nada, ni siquiera sabía porque estaba aún consciente.
-Carina, sé que me escuchas, despierta.
No sé porque, pero supe que tenía razón, debía despertar de esa especie de trance en el que estaba.
Hice un esfuerzo, abrí y cerré los ojos varias veces hasta que mi visión empezó a aclararse.
Lo primero que vi fue un señor con un vestido azul cielo, y a su lado había alguien. ¿Un señor con un vestido?, ¿dónde me había metido?
Según se me aclaraba la vista me di cuenta de que no era un vestido, sino un hábito, ¿estaba junto a un monje?
-Hola Carina.-Dijo.
Su voz era ronca y profunda.
Al ver que no me sentía capaz de responderle, siguió hablando.
-Me alegro de que hayas despertado al fin, llevábamos mucho tiempo esperándote, pero al ver que no despertabas tuve que enviar a Eric.
¿Eric? Sí, la persona que estaba frente al monje era Eric, el chico nuevo.
-Hola Carina.-Me saludó.-Me alegro de volver a verte.
-Ojalá pudiera decir lo mismo. Ni siquiera sé donde estoy y qué hago aquí.
Había recuperado mi voz.
El monje suspiró.
-Es una larguísima historia, ya lo irás descubriendo todo poco a poco.-Dijo.-Ahora será mejor que duermas de nuevo, cuando despiertes hablaremos.
Me tendió un vaso con un líquido verde y asqueroso.
-¿No pretenderá usted que me beba eso?
-Sí, Carina, si te lo tomas dormirás tranquilamente, es importante que lo ingieras ya.
Hice una mueca mientras cogía el vasito y me lo acercaba a los labios.
Di un trago. Sabía a rayos.
Pero hacía efecto, ya que, sin apenas darme cuenta, caí en un sueño profundo del que no despertaría hasta una semana después.

No hay comentarios:

Publicar un comentario