miércoles, 14 de mayo de 2014

Y, que no pare la música.

Hay un poco de magia en eso de que la buena música sea la de años anteriores. Hay encanto en eso de sentarte una tarde de lluvia, con unos CD's viejos y un café caliente, darle al play, y olvidarte de cómo el mundo se desequilibra ahí fuera. Una voz rasgada, una batería, una guitarra y un bajo. No hace falta más. Insisto, no se necesita más. ¿Dónde ha quedado todo eso de ahorrar para ir a conciertos en los que se vive más la música que el ambiente? ¿Dónde ha quedado toda esa gente que se reunía a tocar? Que luchaba por sus sueños. Porque, sinceramente, hace tiempo, que no se sabe de ellos.

Hay una cosa, que es de las que más me gustan sobre viajar, y es el ir por las calles de esas ciudades desconocidas, y en cada calle encontrarte bandas callejeras, personas de cualquier edad, con guitarras, con bajos, con baterías. Haciendo magia con ellas. Tocando rock del que ya no se escucha, cambiando un poco, sin siquiera ser conscientes, la perspectiva de tu día. He estado en ciudades grises, que gritaban llenas de vida por su música. Porque hay gente allí que todavía cree en el salir ahí fuera y luchar por lo que les gusta. Da igual su edad, o que los que pasen junto a ellos nunca hayan escuchado las canciones de ídolos que se esfuerzan por traer de vuelta. No importa, porque cuando la música es buena, se sabe. No se necesita haberla oído antes. Escucharla antes. La reconoces, al igual que reconoces la belleza o el dinero en la gente. Son cosas que se saben. Innatas. Únicas.
Estoy cansada de la gente que le gusta la música por el físico de quien "la canta". Eso no es música, ni es arte. He visto más talento junto en el metro de Londres, o en las calles de Dublín que en muchas de las canciones descargadas de hoy en día. ¿Por qué nos vendemos a cambio de una cara bonita? La música buena despierta el alma y la mente. La buena música se nos mete dentro de los huesos y nos hace estremecer. Te pone la piel de gallina, te hace sentir más que muchas personas. Pero, mientras aquellos que tienen el poder de ello no salgan ahí fuera y dejen de temer su talento, dejen de pensar que no son suficientes, que no pueden vivir de ello, la música más conocida será la de artistas como Abraham Mateo. Tuve suerte, de que mi padre me pusiese The Cult en el coche a todo volumen desde que tenía cuatro años, de que me hiciese escuchar a U2, de crecer con "Zombi" de The Cramberries. De haber tenido la elección de elegir que música me haría ser quien soy, pero haber tenido siempre canciones de verdad a las que volver. He dicho muchas veces a lo largo de mi vida que "Quién podría escuchar With or Without you y decir que eso era música", y ahora me emociona ver a gente que la canta en las calles y pone su corazón en ello. No valoramos la música en sí, sino quienes ponen su imagen para ello, y con esto perdemos ese amarre, ese ancla que nos hace sentir a salvo cuando el mundo se desmorona. Pero, cada uno es libre de decidir qué quiere escuchar.Yo, mientras tanto, me quedo con los recuerdos de esa música en las calles, y me refugio en mi siempre especial "Wonderwall". Porque, tal y como dice, "There are many things that I would like to say to you, but I don't know how". Y mientras lo averiguo, me iré con mi música, a cualquier otra parte.

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