jueves, 8 de mayo de 2014

Eso de que las verdades a medias saben más dulces.

Doy un par de pasos, segura con mis zapatos nuevos, antes de sentarme enfrente tuya y sorprenderte mirando a la nada pensando que ya no llegaría. Sonrío, bajo la mirada y dejo el móvil en la mesa junto a mí. Sé que me atraviesas con la mirada, pero finjo que no me importa y jugueteó con mi cabello mientras preguntas por mi semana. Te cuento mis días enumerándolos uno a uno, con lentitud y precisión, haciendo de cada palabra un nuevo sonido mientras te pierdes entre ellas y apenas escuchas lo que te cuento. No me interesan tampoco tus historias ni la sosa manera que tienes de contarlas, al igual que a ti te da igual si bebo de tu vaso o si miro a otro lado. Repites mi nombre, y me río contigo, más por el hecho de parecer divertida que porque me hagas reír de verdad. Me preguntas si he ido al cine hace poco, y digo que sí sin contarte que ahora las películas las veo en casa porque prefiero ahorrar para otras cosas, luego te digo que si has escuchado el último disco de Artic Monkeys (porque su música tiene un poco de tu manera de andar y despreocupaciones) y echas la cabeza para atrás, riendo, y recordándome que nadie alcanzará a tus Beatles. Pequeño Saltamontes, aún te queda por aprender, pienso, pues ambos sabemos que la magia que hacían los hermanos Gallagher con un par de micrófonos supera los sonidos amargos de las nuevas promesas. Me cuentas que tienes un coche nuevo, que el otro se te quedaba pequeño, y casi sonrío al recordar cada viaje por carretera que aquella vieja chatarra había soportado. Me regañas por no haberte felicitado por tu cumpleaños, cuando ambos sabemos que lo hice aposta, y luego señalas mi pelo, diciendo que los cambios sientan bien, que el rojo es mi color, sin acordarte que, de pequeños me llamabas Ariel, y de que el rojo, siempre ha sido mi color. Pagas la cuenta y dejas el cambio como propina porque sabes que es mi mayor costumbre, mientras yo me cruzo de brazos y veo como ha jugado el tiempo a tu favor. O en tu contra, si soy yo quien te mira. Luego miro el móvil y me excuso señalando la hora, ya sabes que el tiempo y yo somos las dos caras de una misma moneda. Lo entiendes, me levanto, un adiós y me voy. Y te quedas allí dudando, si acaso he dicho la verdad en algún momento, o preguntándote si alguna vez te he mentido. Es lo que tiene la amistad, que no tiene el olvido. Que las verdades a medias, saben más dulces.

No hay comentarios:

Publicar un comentario