sábado, 13 de septiembre de 2014

Imperfecciones

Me quedé mirándole a los ojos. Fijamente. Durante un largo rato. Como si así pudiese decirle todo lo que no era capaz de decir. Todo lo que no era capaz de pensar. Nunca se me ha dado bien lo de escribir cartas, pero en esos momentos habría dado cualquier cosa por haber sabido. Haber sabido cuándo y cómo las cosas han de hacerse bien. Me hubiese gustado decirle que yo no era de esas que iban acompañadas, que no me gustaban todas las compañías. Que no me gusta mentir, pero que su risa estaba llena de matices y que cada vez que le golpeaba con el pie en la espinilla le era infiel a mis principios. Que ando de puntillas cuando el suelo arde casi tanto como mis mejillas cuando son mordidas por la cita de mi sonrisa, entre comillas, entre nosotros. Que me gusta que me dejen ser cada día una persona si con ello consigo seguir siendo yo, que no pregunten. Porque no hay respuesta más allá que las caricias de dos manos que se sujetan cuando uno tropieza y el otro sostiene todo aquello que le importa. Y es que a veces no tengo sentido, ni tampoco busco tenerlo, si me pierdo antes de encontrarme o si cierro los ojos cuando no quiero estar. Pero sigo estando. Me gustaría decirte que no soy de nadie, que no lo intentes, que me escapo antes de que puedas verme. Pero eso, en realidad, ya lo sabes. Desde que me miraste por primera vez y yo alcé las cejas. Fingiendo desafiar al destino aún sabiendo que era él quien me desafiaba a mí. No te fíes de mí. No confíes en mí. No hasta que yo lo haga primero. Quisiera decirte que me gusta que me sorprendan, pero odio las sorpresas. Que me gusta que me lleves a la otra punta del mundo y ni siquiera te molestes en saber si quiero estar allí. Porque sabes de sobra que sí. Que me gusta que me roben los besos pero no las ganas de vivir. Que me empujes, que me impulses, que me mires con rabia. Que seas todo aquello que odio querer y que quiero hasta odiar. Pero en el fondo ya me conoces. Aunque no lo sepas. Aunque no lo intentes. No se me olvida lo que dices, no se te olvida cómo finjo no escucharte. Supongo que nada es perfecto para siempre. Pero me gustan estas imperfecciones.

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